Descanse en paz
Hoy, he tirado a la basura uno de esos objetos que tienes dentro de casa y que a pesar de tenerlo muchos años, estar medio roto, molestarte en muchas ocasiones y encima no ser muy bonito, guardas por cualquier motivo.
Hoy, después de muchos años de vivir con él he tirado, junto con un bote vacío de pintura, la bicicleta en forma de carrito o de bandeja o no de no se que que aparece en la foto. El objeto en cuestión ha estado como mínimo quince años con nosotros, viendo nuestra evolución y nuestros cambios de situación, bien personal o de otra índole, ha visto crecer a los niños, como han ido desapareciendo familiares de nuestro entorno, eso si, su lugar siempre ha sido el mismo, la cocina, pero bien iluminada y con buenas vistas, podríamos decir que ha sido un objeto privilegiado.
Su forma ha dado pie a que tenga diversos usos, primeramente, y perfectamente decorado, fue objeto de regalo, después pasó por varias fases hasta que fue utilizado como soporte para una planta, pero de lo que más ha hecho ha sido de frutero, sobre él han madurado peras, manzanas, naranjas y otras frutas que posteriormente han sido consumidas por sus inmediatos vecinos, pero también ha servido para comprobar como los dientes del perro iban creciendo y su rueda deformándose.
El objeto en cuestión, no tenía un aspecto bonito, ni elegante, ni gran belleza decorativa, pero siempre se le ha dado una utilidad, pero además tenía una vertiente sentimental y es que nos sabía mal tirarlo porque nos lo regalaron unos amigos, eso si, en aquel momento su pequeña plataforma estaba repleta de suculentos artículos navideños y apareció en la puerta de nuestra casa, como el ramito de violetas de Cecilia, sin tarjeta, aunque sabíamos, a diferencia de la protagonista de la canción, quien era su remitente. Es el sentimentalismo de quienes apreciamos y damos valor a la amistad.
Con su verde-amarillento color y con cierto pesar hasta última hora, deposité el cuerpo del delito en un contenedor de quita y pon que cada tarde colocan frente a mi casa y después de dejarlo aún se me removió la conciencia, esa conciencia que ya se me removía mientras bajaba en el ascensor que fue cuando le hice la foto póstuma y que me motivó a escribir este artículo como homenaje a esas muchas pequeñas cosas que llenan de romanticismo nuestras vidas.
Hoy mi casa está más vacía, este invierno no tendremos, de momento, donde poner las naranjas y a buen seguro que nos acordaremos de esta bici-frutero. Descanse en paz.
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