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Mostrando entradas de marzo, 2018

El respeto que deberían otorgarnos

En estos días, que unos dedican a la reflexión y otros a la relajación, se escuchan muchas tonterías sobre esas procesiones y manifestaciones religiosas que tanto proliferan por nuestros pueblos y ciudades. Casi todas ellas, amparadas en su derecho a la libertad de expresión, son ataques a la libertad de expresión de quienes participan en ellas y en algunos casos se llega hasta la misma ofensa de quienes toman parte en ellas. Durante las jornadas que vivimos, cada uno a nuestra manera, se llevan a cabo diversas actividades que recuerdan el pasado de una historia y una cultura que ha forjado, incluso, hasta quienes ahora hablan mal de ella; es la historia hasta de quienes guardan con celo esas fotos de su primera comunión, bautizo y otros acontecimientos familiares que forman parte de su memoria histórica y que, quieran o no, les ha forjado como personas. Nuestra historia, la del mundo occidental, es la que es y no hay vuelta de hoja. Queramos o no, somos hijos del derecho rom

Feliz Día de la Poesía

Justo un día después de que mi amigo Eduardo me regalara un libro, me entero de que hoy, 21 de marzo, es el día de la poesía y da la casualidad de   que este libro es de poesía. De un escritor local que destilaba burrianerismo por los cuatro costados y cuya edición, 1989, recoge una parte importante de sus versos. Y me ha venido bien escuchar la dedicatoria de este día a la poesía y es que quería escribir algo sobre las fallas, la falta de organización, el buen ambiente reinante, la rápida desaparición de las flores de la ofrenda o el desorden y desinterés de algunas comisiones en que la fiesta se promocione, se fomente y se mantenga esta ciudad en las condiciones adecuadas para recibir a los miles de visitantes que durante estos días nos han visitado. Pero no. Voy a hablar de esa poesía cuyas rimas ha llenado, entre otros los carteles críticos   de las fallas burrianenses; de esas frases que nos han indicado, una y otra vez, que el camino se hace al andar o que Orihuela es tu

Por encima de nuestro sexo

Es sábado por la noche. Llego a casa tras un día agotador en el que mi mayor esfuerzo ha sido ir de boda con mi esposa y unos amigos a celebrar el enlace de la hija de unos amigos comunes a mí y a esos amigos con los que he ido de boda. Llego a casa y nos sentamos a ver la TV, esa antigua caja tonta reconvertida para la modernidad en una delgada pantalla de plasma en la que no dejan de hablar de del tema de la semana, el feminismo. Tras la primera cabezada, empiezo a escuchar lo que un@s dicen al respecto. Un@s dicen unas cosas y otr@s dicen otras. Defienden unos postulados u otros. Atacan o defienden posturas diversas sobre lo acontecido esta semana respecto de este tema sin llegar a lo que, desde mi punto de vista es un factor importante para salvar un problema inexistente si imperara el respeto más que la tan anunciada diversidad. Desde mi consideración, más que en las brechas, el problema estriba en el respeto. Y es que nadie somos iguales a nadie. Todos somos diferentes