Hay formas que nos llevan a la demagogia


Me encantan las acciones que llevan a que los ciudadanos presenten propuestas e ideas; que aporten iniciativas; y me gustan, como no, las fiestas populares, aunque no terminan de encandilarme los populismos y, mucho menos, en aras de una falsa participación, sea con urnas o a través de las redes, periódicos digitales o con cartas al director.
Últimamente nos bombardean con constantes comunicaciones participativas en diversas actividades, acciones o presupuestos con el mensaje o intención de hacer, algunas administraciones públicas, una vida más cercana al administrado y, sin embargo, me da la impresión que no se están teniendo los objetivos previstos y que, a mi parecer, están consiguiendo lo contrario. Tal vez es que me estoy quedando anticuado o mejor dicho soy, ya, antiguo.

Yo tenía entendido que ser participativos era hacerle llegar al concejal correspondiente la anomalía pertinente a través de cualquier medio antiguo o moderno, pero un ciudadano de carne y hueso; creía que era que el concejal del área conociera las calles y su estado y que los técnicos le informaran de algunas características técnicas para ver las necesidades de los ciudadanos con el conocimiento que tenía a través del contacto diario con asociaciones o particulares.
Debe ser que estoy chapado a la antigua o que el concepto participativo mío no es el mismo que el de quienes los promueven, los cuales en aras de unos procesos farragosos y poco efectivos de carácter asambleario, se hartan de llenar espacios cibernéticos y hojas de papel de periódico con escasa eficiencia.
Una de las definiciones, a mi parecer más correcta para estos casos, que da la RAE sobre la palabra participar es la de “Dar parte, noticiar, comunicar”, es decir, dar parte de una noticia que ocurre en tu sociedad más cercana y noticiar al responsable, de carne y hueso, con la finalidad de que subsane la deficiencia acaecida después de comunicársela.

Pero, siempre hay un pero, todo ello después de que cada concejal conozca su parcela, sus trabajadores, sus posibilidades se patee las calles y conozca a sus ciudadanos o interlocutores sociales, no estar sentado un despacho leyendo papeletas depositadas en una urnas, muchas de ellas rellenadas de forma direccionada y que no van a dar los frutos necesarios de la realidad que requiere esta ciudad.
“Burriana, tu pueblo y el mío” parafraseando a Miguel Hernández requiere, utilizando el lenguaje moderno un “reset”; un replanteamiento de lo que quiere ser y no ha sido; necesita una apuesta firme de futuro que se sustente en un pasado poderoso ensombrecido por varios años de ineficacia e inacción; demanda una ilusión en un mañana que no se ve esperanzadora y que requiere de gobernantes decisivos y es ahí donde pongo los puntos ………

Ese “reset” de necesidades y requerimientos Burriana lo tiene hecho, sólo falta que quien quiera lo encuentre y, a coste cero, sólo tendrá que poner el orden de prioridades y las bases de un futuro que se inicia en este presente en el que nos estamos quedando “ni-nis” y no voy a referir los “ni-nis” que estamos perdiendo porque ya lo he dicho en otros artículos anteriores.
Las urnas, sin lugar a dudas, son el mejor método, pero con nombres y apellidos, no de forma anónima y sin control y estoy seguro de que las necesidades, que denotará esa participación realizada, serán más una necesidad social que realmente lo que requiere la totalidad de la población para, entre otros, acabar con las necesidades sociales que no hay que dejar de lado. Hay otras formas que nos llevan a la demagogia y de esta hay mucha.

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