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Mostrando entradas de julio, 2021

Señora alcaldesa. A pesar de todo estoy con Ud.

  Todos, hemos dicho, hemos oído, comentado y lamentado que Burriana ha perdido muchos trenes, el de la industria, el de ser una ciudad comercial potente y otros muchos de lo que nos hemos lamentado una y otra vez y hemos perdido, incluso, hasta el del turismo. Algunos dicen que los principales motivos han sido unos u otros; estos o aquellos, pero por “H” o por ”B” la verdad es que estamos donde estamos porque una serie de poderes fácticos, según vuelvo a recordar, han impedido que en su día se instalaran empresas en nuestro término municipal, han impedido que vinieran cadenas hoteleras a instalarse aquí; no han permitido que vinieran otra serie de establecimientos que pudieran ensombrecer, aunque fuera en parte, sus pingues beneficios. Ahora estamos volviendo a este mismo punto en el que se está intentando que lo que puede ser la punta de lanza del desarrollo turístico de nuestra ciudad, si todo se hace bien, sirva de locomotora para Burriana durante los próximos cincuenta años. S

Ecologistas de salón

  La mayoría de las poblaciones suelen buscar el desarrollo industrial, el tener y tener empresas que den trabajo a sus habitantes, algo que muchas veces trasciende la publicidad de los municipios y que tiene, más que la labor realizada desde los consistorios, otros parámetros para su medida. Concentración industrial y sectorial, empresas auxiliarias, comunicaciones, servicios, etc. son algunos de ellos. Sin embargo, muchas de estas poblaciones tienen unos recursos muy importantes los cuales suelen dejar abandonados o de lado y entre otros se encuentra el clima, el mar y/o la montaña es decir aquellos recursos que la naturaleza nos ha donado y que, a la vez, nos han forjado como personas, nos ha hecho tener el carácter que tenemos y ella ha sido la que nos ha permitido llegar hasta donde estamos. Descuidamos el mar y también la montaña. Nos olvidamos de ellas y sólo las recordamos, como dice el refrán con Santa Barbara cuando truena. Nos cabreamos cuando un temporal se lleva nuestr

Ciruelos, tomates y pepinos

  Querida Isabel. Efectivamente y, suele pasarme casi todos los años, con la llegada del calor me “aplatano” un poco y me bajan las ganas de escribir, pero al recordármelo en el el encuentro que tuvimos me animé yo mismo y aquí estoy escribiendo que, aún sin saber mucho lo que voy a escribir si que tengo claro que lo voy a hacer del verano, o mejor dicho, de esos productos del verano como puedan los ciruelos o los tomates y los pepinos. No es que me haya dedicado a la agricultura en sus más variadas opciones sino que, últimamente, he saboreado, valga la redundancia, sabores de antaño y eso siempre es bueno porque, presupone, comer de calidad. Mi amigo Pepe me regaló unos ciruelos de esos cogidos maduritos, bien amarillitos y en su punto a los que les pones un poquito de frescura y saben a dulce hasta que llegas al hueso donde te desprenden un saborcillo entre ácido y pincante que te aviva las papilas gustativas. Nada hay como la dieta Medtirránea en la que se combina la fruta, la

Algo tendrán que aprender algunos. Supongo.(1)

La noche había caído con intensidad. Las luces de las farolas habían convertido la noche en día y las sombras, a medida que avanzaba, variaban su proyección en el suelo o la pared. Atravesé la calle principal de la población y me dirigí subiendo las escaleras hacia el pasaje aéreo del palacio episcopal. Lo atravesé por la parte inferior y me dirigí hacia la plaza del Museo que había visitado durante la tarde con una magnífica visitada guiada e interpretada. Las calles eran estrechas, a cual más, hasta llegar a la propia plazoleta que era algo más que un ensanche ampliado de una calle. Miré la fachada y subí hacia la siguiente plaza que apenas distaba veinte metros de esta última por una especie de bocana que se habría hacia el cielo y dejaba entrever el castillo situado en las alturas inmediatas. Bebí un trago del chorrito permanente que fluye de la pequeña fuente situada en el centro de la misma plaza. Al fondo y   justo al lado de la verja que da paso a la Alameda cinco o seis pe

Pequeños pueblos limpios, Versus, grandes ciudades sucias

Estos días he estado dando vueltas por diferentes pueblos de la provincia de Castellón acompañado por diferentes personas y varias de ellas llegaron a hacer un comentario que me hizo pensar, reflexionar, juzgar la situación y buscar los motivos que pueden producir la situación que comentaron. La cosa va de limpieza. Nos encontrábamos en Culla y uno de mis acompañantes dijo: ¿Por qué vemos estos pueblos del interior tan limpios, tan bien cuidados y llegamos a Castelló y está tan sucio? A lo que algunos respondimos y Burriana, Vila-real, Almassora, etc. Y es verdad. Los pueblos de interior están muy limpios y, probablemente, pensé que era porque el sentido, el pensar de comunidad, de pueblo, de unidad y otros muchos adjetivos que te pueden llevar a tener un concepto de colectividad es mucho mayor que en los pueblos y ciudades con muchos más habitantes. En las poblaciones referidas anteriormente viven muchos más habitantes pero no tienen el sentido de unidad que hay en los pueblos p

Mientras están en Mallorca no me molestan

  A veces, de vez en cuando, no siempre y de forma puntual, pienso que la especie humana o, al menos una parte de ella, somos imbéciles, estúpidos y malintencionados. Pero eso sí, no siempre. Menos mal. Digo esto a colación de algunas declaraciones de padres/madres que, amparándose en que sus hijos han hecho el imbécil en Mallorca y, no por gusto sino por previsión de evitar la propagación del Covid-19 han retenido a esos niñatos malcriados, en su mayoría, por, probablemente, la mala educación que les han mostrado y enseñado sus padres, digo pues que esos padres/madres se han atrevido a denunciar a la administración autonómica mallorquina por haber trabajado en pro de su protección. Tal vez, es muy probable, algunos de estos padres-madres en el abandono de sus funciones como educadores de sus hijos-hijas, deberían ser sancionados por haber dejado a esos niñatos inconscientes, viajar sin tutores a unos lugares que, sabían, lo que iba a ocurrir, o se lo podían imaginar. Yo me pregu