Hay gente muy guarra

Los hay que son guarros y algunos que son guarrísimos, llegando hasta el extremo de ser más que guarrísimos, aunque, afortunadamente, no todos son así.
Me estoy refiriendo a esos grupos de personas que utilizan las vías públicas para relajarse, divertirse y otras cosas y cuando finaliza su asueto, dejan el espacio utilizado hecho unos zorros.
Desde hace unos días, frente a mi casa, situada en la zona de la Serratella, una padre y sus hijos, a veces acompañados de otros padres y otros hijos, pudiendo llegar a ser unas diez personas, llegan con el atardecer  y con sus vehículos descargan a los niños, la mesita plegable, las cañas de pescar y la bolsa nevera.
Llegan y cuando llegan, mi perro se vuelve loco por lo que gritan y él, mi perro, les ladra. Acto seguido reparten sus cañas por el muro de contención y, entonces, llega la tensa espera para conseguir la presa deseada que se resiste a llegar, según me cuenta un vecino aficionado también a la pesca, que no pertenece a esa saga de los guarros, es porque hay muy pocos peces.
Cuando atardece más, mano de móvil y a llamar a la pizzeria de turno para que su repartidor les lleve las pizzas para cenar y allá sobre las diez de la noche, llega el joven con varias pizzas y un sinfín de botes y botellas de refrescante bebida con el objeto de aplacar la sed y al hambre de la tropa.
Cena en las plegables sillas y tertulia de lo más animada, los peces no pican, pero tampoco parece ser lo más importante, después de una agradable y fresquita velada, toca recoger velas, pero las velas no se recogen y los “tíos guarros-guarrísimos” se dejan en el mismo lugar que saborearon el famoso plato italiano las cajas de cartón, los botes y las botellas de bebida, las servilletas utilizadas y todo lo que les sobra, eso sí intentando esconderlo en unos pequeños arbustos que silvestremente han crecido en el lugar.
Lo más curioso, no el más curioso, es que a menos de diez metros hay un contenedor para el reciclaje de los plásticos, uno para reciclar el cartón y otro para la basura orgánica y a eso se le llama cultura cívica, enseñar a los niños a comportarse y estar concienciado con el medio ambiente y también aquello de “donde caga se deja la mierda” y ya vendrá el vecino a limpiarlo.
Así, día tras día, agotando la paciencia de quienes viven alrededor de este espacio público que estos señores deberían dejar limpio para que lo pudieran utilizar los demás cuando lleguen. Menos mal que todos los pescadores no son iguales
Seguro que en vuestra casa no hacéis lo mismo ¡Guarros!¿guarrísimos!

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