En noviembre no hablo de política local


Me encanta el progreso que nos lleva a una sociedad más humana y racional. Una sociedad en la que las personas valgan por lo que ellos mismos valen y no por otros parámetros que apuntan diferencias mínimas como puedan ser el sexo, el color de la epidermis, el pensamiento político o el espiritual. Me ilusiona ver un mundo en el que los inteligentes nos gobiernen porque son capaces de adelantar este u otro país a una posición de prosperidad y futuro vistos con la visión de futuro y no con la estupidez de un trasnochado progresismo.
Me gusta un mundo hecho por las personas y para las personas que se sientan personas y que, estas, tengan sentimientos de personas y no que escondan su realidad en una falsa evolución de la humanidad hacia espacios torpes e inútiles llenos de falta de creatividad y de inutilidad sensitiva hacia los demás.
A veces, pienso y no concluyo nada; y es que llegar a conclusiones es muy complicado y difícil. Pienso, digo pues, que la ordinariez se apodera de nuestra sociedad ante la pasividad real de muchos y el falso liderazgo de algunos surgidos de la rabia de los pueblos ante la anonimia de la masa que no es capaz de buscar a los mejores entre la miríada social.
“De vez en cuando la vida dibuja con un pincel” la idiotez de nuestra ralea metida a no sé qué, que hace no sé qué y sin saber por qué, pero en fin debemos dejarles algunos momentos para que lo hagan con el objetivo de que llegue el momento en el que ese qué, se sepa que es, y que redunde en beneficio del natural regido.
Uy… creo que me estoy poniendo un poco, o tal vez demasiado, metafísico y es que, mi objetivo, a lo largo de este mes no es otro que el de dedicarme a hablar de otras cosas no tan terrenales y un poco más celestiales o rarillas para, de esa forma, dejar que pase el tiempo suficiente para ver cambios y mejoras a mi alrededor, esas que permitan vislumbrar la evolución de mi espacio más inmediato y que posibilitan ver como la dicción verbal y la máxima del principal foro local, la calle, recupera la esperanza perdida y depositada en un receptáculo en forma de cédula hace unos meses. Todo ello a expensas de otros foros que no caminan más rápido, ni mejor, aunque les pongas tres en uno.
Mientras tanto, esperaremos que llegue la Navidad, ese tiempo de paz y de amor que a “todos” nos impregna y, ahora que digo lo de la Navidad, como será una Navidad agnóstica, porque al paso que vamos, dentro de nada, igual tenemos una Navidad civil.

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