Luces de iluminados


Los hay que tienen gracia y son sabios en erigirse representantes y valedores de algo o de alguien con el control de la situación y de sus alrededores para hacer ver al público que “Yo o el diluvio”, “yo o el abismo”, “yo o el caos”.
En cierta manera estos “endiosados” que se sienten con la verdad absoluta son capaces de mover grandes masas, dependiendo del territorio en el que cohabiten con el resto del mundo mundial que no dejan de ser vistos por los mesiánicos como súbditos o vasallos de ese señor que calienta la silla, muchas veces con el beneplácito de las urnas que lo llevan a ese lugar que ocupa porque lo que está demostrado es que de las urnas puede salir un mesiánico, pero no de una dictadura en la que suele asentar sus reales posaderas el iluminado de turno.

Recien, cual expresión sudamericana, estamos asistiendo a uno de esos episodios que narro, pero sin embargo existen muchos otros casos y otras escalas, municipios, provincias, CC.AA. e incluso empresas públicas y privadas que tienen al frente de ellas a esos seres que antes rompen que doblan; que sientan cátedra cuando hablan y que, a pesar de su inoperancia, gozan de un populismo que es eso, populismo y no gestión popular, es decir gobernabilidad de la sociedad a la que representan.
No se dan cuenta y sin embargo su postura no deja de ser algo que, como mucho, quedará reflejada en las placas de metacrilato que ponen en las cosas que inauguran, algunas hasta dos o tres veces, y poco más porque como dice la canción de Julio Iglesias “las obras quedan, los demás se van”.

Por cierto que yo recomendaría escuchar muchas esta canción por muchas cosas, por ser una bonita canción; por decir verdades como puños y porque no tengo más que darle la razón a cada una de las estrofas de una veterana canción que por más que pase el tiempo no deja de tener actualidad.
En fin, que volviendo a los iluminados, el último que apague la luz. Seguro que seguirá por mucho tiempo encendida.

 

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