El primer día después

Hoy, ayer para los medios escritos e impresos, es un día importante para todos, para mi, a título personal; para España, por el anuncio de cese del terrorismo de ETA y para el mundo por la desaparición del mundo de la escena de un exótico dictador que hizo temblar, en algunos momentos, al mundo y que puede poner el punto y aparte a una zona, el norte de África, que en los últimos meses ha estado y sigue estando en plena efervescencia, como el volcán de El Hierro, el cual, también, a fecha de hoy ha disminuido su intensidad.
En fin, que el 20 de octubre, cuarenta años después que Willy Brandt recibiera el premio Nobel de la Paz; veinte años después que Israel decidiera acudir a la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio celebrada en Madrid; trece desde que Aznar se entrevistara con Fidel Castro en la Moncloa y a un mes exacto de la celebración de las elecciones generales en las que se producirá, sin lugar a dudas, un cambio de residente en el Palacio de la Moncloa, nos llegan estas esperanzadoras noticias que pueden aliviar, al menos un poco, el día a día de esta larga crisis en la que nos situamos, aunque, a pesar de ello no vislumbramos el final del túnel.
De la situación internacional no voy a decir nada, pero de aquello que nos ha afectado a lo largo de los últimos cincuenta años a quienes residimos y viajamos por este país llamado España, la noticia del cese de las acciones terroristas nos produce un poco más de alegría que aquella noticia, que de vez en cuando leíamos, sobre la detención de algún terrorista porque el cese de la violencia de ETA, presupone que la cantera de futuros terroristas desaparecerá y que nuestro futuro, que comienza en este mismo presente, puede ser más tranquilo, más sosegado y un poco más seguro.
La violencia nunca es justa y si es por ideología aún es menos compresible, dado que para debatir las ideas existe la palabra y porque nadie, ni siquiera quienes han sembrado de terror a un pueblo, tiene la verdad absoluta y si querían defender sus postulados, tenían que haber conquistado las urnas y no mancharlas de sangres; tenían la posibilidad de conseguir el reconocimiento del pueblo a través de la participación y no de la partición de una sociedad herida por la muerte de sus ciudadanos.
Todos deseamos que este momento no sea una trampa o una alucinación, ya hemos participado en muchas manifestaciones por causa de muerte y en este momento recuerdo “Hipercor”, hace ya tantos años como sacerdote es mi amigo y en cuya consagración monseñor Jubany hizo una homilía de condena del horror sufrido muy fuerte y muy decidida, pero poco caso le hicieron.
Ahora, no se a quien habrán hecho caso pero me alegro de la decisión tomada y aunque deberemos estar vigilantes, al menos nos queda la esperanza de que este tipo de violencia pertenece a un pasado que finaliza hoy mismo, ayer para quienes leen este artículo el día veintiuno, el primer día después.

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