Viaje a Palencia (2)
Bajaron unas cuantas personas en la estación Clara
Campoamor de Madrid y quienes seguíamos rumbo a otros destinos, en mi caso a
Palencia, pensamos que iríamos más anchos y cual fue nuestra sorpresa cuando
empezó a llenarse y subió mucha más gente de la que bajó
La señora de la chaqueta roja se reubicó en el pasillo,
bajaba en Segovia, yo que iba a Palencia en el centro y el señor que subió en
Madrid como llegaba hasta Oviedo se puso al lado de la ventana, así no nos
molestaríamos al bajar.
Delante entraron tres Nuevos. La chica de rasgos
orientales y el otro Chico se quedaron en la estación Clara Campoamor y en su
lugar subió una parejita que solo hablaron entre sí, intercambiándose miradas
de complicidad y cariño, más por la parte de él que por ella. Compartieron
auriculares para escuchar el teléfono en el que daba la sensación que miraban
algún tipo de película, por las sonrisas que se traían.
Entre Madrid y Segovia entablé conversación con la
segoviana. Venía de Castellón y era ex funcionaria de prisiones e iba a pasar
estos días de Semana Santa con su familia, aunque se había dejado a su hija en
Castellón que trabaja de asistenta social en Burriana. Ya veis intimamos
bastante.
Llegamos a Segovia y, amablemente, la segoviana descendió
del tren, me faltó preguntarle el nombre. Le bajé el bolso del altillo de los
equipajes y con su chaqueta roja y su pañuelo alrededor del cuello nos dejó, a
los allí presentes, un poco huérfanos.
Para ir más anchos me puse en el asiento del pasillo y cuál
fue mi sorpresa que el señor que iba a Oviedo se sentó en el asiento del medio
dejando el de la ventana vacío. Cosa muy extraña, pero hay gente muy rara. El
asiento no se le fijaba bien e iba algo incómodo, pero aguanto bien mientras
atravesábamos los campos de Castilla para acercarnos a Valladolid.
Llegamos a la capital pucelana y apenas descendió nadie.
Me quedaba poco tiempo para llegar a Palencia y al poco rato me levanté, dije
adiós al resto de los que estaban frente a mí y me salí para prepararme. La parejita
ni se enteró y la chica joven que iba delante de mí que, “vapeaba” en las
estaciones en las que parábamos, me contestó y salí del vagón. Cogí la maleta
del espacio para equipajes que hay entre vagones y esperé que parara el tren en
la capital palentina.
Descendí del vagón y arrastrando la maleta salí de la
estación una gran plaza me recibía. La tarde era fresca, pero no todo lo que yo
esperaba. Me paré. Cogí el teléfono y en el “google map” puse el nombre del
hotel y me dijo que estaba a doce minutos. Callejeé y llegué a mi destino sin
mayor problema. Ya estoy en Palencia. Ahora a conocerla con un grupito de
personas. Ya os contaré.
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