Fuga de cerebros

Se habla mucho de la fuga de cerebros que ha padecido España durante muchas décadas y ello ha sido una lástima por la aportación que estos “cerebros” han realizado en sus diferentes campos de acción.
Sin embargo, ese no es un mal único del Estado, sino también de algunas poblaciones entre las cuales se encuentra la nuestra, si, la nuestra, la cual posee una gran cantidad de burrianenses que desarrollan su actividad fuera de la ciudad, con notable éxito y que nuestros inmediatos responsables no saben utilizar para el desarrollo de la población.
Está claro que muchos de ellos no pueden realizar su labor en la ciudad. Manuel Borja no puede dirigir el Reina Sofía de Burriana por qué no lo hay; Ismael Mingarro realizar tareas de investigación desde Burriana; Gustavo Ferrada producir o desarrollar tareas cinematográficas desde esta ciudad o “Monso” desarrollar sus trabajos en Burriana, y así un largo etc.
Pero, lo que si pueden hacer es reconocerles los méritos que cada uno de ellos tienen, como burrianenses y como personas que se han preocupado de difundir el nombre de la ciudad que los vió nacer o les acogió.
La cuestión no es difícil, si no fuera porque únicamente se miran los méritos políticos y no los profesionales, se tienen en cuenta valores que son secundarios más que profesionales, o es que ¿tal vez son el fruto de intelectuales fracasados que ocupan sillones de responsabilidad municipal?
He mencionado, anteriormente, varios nombres, pero existen otros que, a pesar de vivir en Burriana, desarrollan su actividad fuera, sin que se les haga el reconocimiento que se merecen y entre ellos podemos encontrar deportistas, escritores, joyeros, comerciantes, artistas falleros y un largo etc. de profesiones que destacan en sus parcelas y que pasan desapercibidos para nuestros responsables municipales.
No se trata de hacerles monumentos, ni dedicarles calles, ni que se les considere como dioses, probablemente ellos tampoco lo querrán, simplemente que se les facilite transmitir sus conocimientos a sus conciudadanos, que se les reconozca públicamente su labor y que con ello contribuyan a mejorar las inquietudes, especialmente de los jóvenes, pero también el orgullo de ser reconocidos como hijos del pueblo a pesar de tener que vivir fuera.
Las formulas pueden ser varias y diversas, aunque no difíciles, ni de elevado coste. Con imaginación y la utilización del “cerebro” de quien corresponda, con toda probabilidad si esos cerebros se fugan, siempre reconocerán con orgullo su procedencia, porque nadie mejor que quien vive fuera de su población para recordar aquellos versos del poeta “qui perd els origens perd l’identitat” y ellos siempre recuerdan su origen.

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