No es oro todo lo que reluce


Ya las tenemos ahí. Se acercan. Están al llegar y, con ellas, llegan los momentos de las valoraciones, de los análisis de lo vivido, de lo acontecido y de lo realizado. En este tiempo, combinado con la reflexión de la Cuaresma y el recogimiento de la Semana Santa se acerca el momento culmen de la determinación final de elegir a quien me va a gobernar el próximo periodo de mi vida y, como no, también la de mis amigos y familiares.

La elección no es baladí. Es muy importante y, por ello, no hay que dejar de lado la decisión de ir a meter, a través de un simple papel, nuestra forma de ser y de pensar. En él van parte de nuestros sentimientos de nuestra forma de ver la vida, la manera de sentir, cada uno, su pueblo o su ciudad; su comunidad autónoma; su país y en definitiva su mundo más o menos próximo o más o menos lejano.

Para gustos colores y en este mundo actual en el que hay de todo lo que quieres y deseas y con la rapidez e inmediatez que solicitamos, tenemos, también un espectro de posibilidades amplio, tal vez demasiado, y que nos posibilitan la elección mejor para conseguir un mundo más humano, más sensible a los problemas globales, más ecológico y que posibilite una mayor sostenibilidad del medio en el que habitamos y que nos permite, todavía, disfrutar de él.

En esta sociedad en la que vivimos, en la que nos sobra de casi todo, las diferencias existentes entre las diversas opciones, a pesar de parecer escasas, son muy importantes y se sitúan en sensibilidades, a veces, imperceptibles y, a veces, muy notorias y que aunque las opciones se parezcan las intenciones difieren mucho unas de las otras y se nota, sobre todo, en el beneficiario final y mientras unos son para ellos y sus amigos, otros pretenden mejorar, al menos un poco, la sociedad en la que vive el resto, además de ellos mismos.

Están llegando y con su advenimiento me gustaría que los actos a los que nos convoquen sean atractivos, estimuladores, sea una reunión de gentes movilizadas y movilizadoras que sean capaces de atraer y no de aburrir a amigos y simpatizantes; me gustaría que sus mensajes fueran esperanzadores y no la anestesia de una tarde cualquiera en la que en vez de ir a ver cual es la mejor opción te doten de una dosis de aburrimiento que te haga pensar aquello de ¿para qué he venido?

En fin, eso, que se nos acerca, no uno, sino dos periodos de tiempo en los que los vendedores de ilusiones y los ejecutores de esa nada que hemos visto en el pasado van a intentar volver para reinventar la nada que hicieron y de la que se aprovecharon; volver para seguir y conseguir la poltrona que tanto les ha costado perder y de la que tanto rédito consiguieron sacar para sí mismos y sus allegados.

Por eso y, aunque lo parezca, no es oro todo lo que reluce.

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