Generación trauma

Hola Alberto. Como te he dicho voy a escribir de traumas y es que después de leer lo del pasado “fin de semana de la huelga de deberes en casa”, me doy cuenta que estoy así por los traumas que he padecido en mi infancia y juventud y es que hay que ver y escuchar lo que hoy en día dicen algunos para que uno se dé cuenta de lo traumatizado que está.

Tengo que decirte, cosa que seguramente no sabrás, que cuando empecé a estudiar los días lectivos empezaban el lunes y terminaban el sábado al mediodía, si, si, el sábado por la mañana también había clase, algo que la gente joven, más o menos como tú, seguramente desconoce. Primer trauma, clase los sábados.

Iniciabas los estudios y llegabas a cuarto y seguidamente tenías una reválida y para ello tenías que esforzarte, estudiar intensamente y sacarla adelante. Ahora con la modernidad y los nuevos sistemas que querían imponer, sobre la reválida, cosa que no voy a juzgar porque no soy experto en el tema y no sé si es bueno o malo, se han encrespado como fieras y se aparca. Y pensar que otros muchos como yo tuvimos la reválida y la superamos. Así debemos estar. Pobrecitos de nosotros. Segundo trauma, la reválida.

Los de mi curso, allá a mediados de los setenta, fuimos quienes estrenamos la selectividad como prueba de acceso a la universidad, después de terminar COU, y la pasamos, nos esforzamos, estudiamos, nos pusimos nerviosos y, al final, pasamos a la universidad, unos siguieron estudiando, otros lo hicieron más tarde, pero eso, seguimos adelante. Tercer trauma, selectividad.

Los que éramos de pueblo y queríamos estudiar, debíamos irnos internos a colegios y ellos estaban más o menos cerca o más o menos lejos y con ello tuvimos un “desarraigo familiar” que algunos hemos sabido valorar para darle a la familia la importancia que tiene.

Como estábamos estudiando fuera y la práctica totalidad de los colegios eran religiosos, ni te cuento la de misas y rosarios a las que asistimos y de las que nos librábamos escondiéndonos en los “wáteres”; aunque algunas veces nos pillaban. Con estos dos puntos anteriores, ya me he perdido en la cuenta de los traumas, pero da lo mismo, no hace falta contarlos.

Por cierto, teníamos deberes para el día siguiente; al finalizar la jornada una hora de estudio, en silencio, para completarlos; jugaban, algunos, al futbol o practicaban, algunos también, otros deportes, frontón, básquet, etc. y en algunos centros hasta aprendíamos solfeo y a tocar instrumentos. En fin, eso, Alberto, que si estoy así ya sabes por qué es. Hice reválidas, selectivo, me ponían deberes para el día siguiente y, también, ejercicios para que durante el verano no se me olvidara lo estudiado a lo largo del curso y, además, mis padres me pagaban un “repaso” para que fuera en verano varios días a estudiar un poquito y de esa forma antes del baño y el juego, recordar algunas cositas.


Ya ves, ahora comprendes el por qué estoy así, pues eso, a estas alturas ya no hay solución y, a pesar de lo que digan o piensen, no me arrepiento de casi nada o, mejor dicho como diría Cela, no me arrepiento de nada. Coño.

P.D. Para terminarlo de redondear, fuimos a hacer la mili.

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