Elecciones europeas, un si a la participación

Bueno, no sé que me ha pasado estas últimas semanas, es como si al quitar los postes de donde se sacaban los tickets de las zonas azul y naranja, que hay situados en los alrededores de mi casa, se me hubieran agotado las ideas y ahora, casi un mes después, han vuelto a florecer gracias a que la nueva empresa concesionaria los ha instalado nuevamente para reabrir el “servicio” que prestamos y financiamos los ciudadanos de esta bella población de la Plana cuyas posibilidades de progreso y evolución hacia muchos campos inexplorados son muchas y permanecen “todas” intactas.

En fin, eso que voy a reemprender el tema de las letras mientras que en la caja boba los candidatos a las elecciones europeas enzarzados en un mal llamado debate, cuando no dejan de ser unos monólogos insufribles, en el que los dos grandes se dicen “y …. Tu más” y el resto les dicen a esos dos mismos lo mal que lo han hecho y lo bien que ellos lo van a hacer.
Pues eso, que en vísperas de las elecciones europeas que se nos avecinan y en cuya jornada muchos tienen previsto ausentarse o abstenerse de ejercer esa máxima potestad que nos permite un régimen democrático como el nuestro, sólo tengo una cosa que decir y es que las urnas deberían llenarse de papeletas que posibilitaran la elección multitudinaria de unos representantes políticos que, aunque tengan que viajar a Bruselas, a muchos kilómetros de aquí, estén cumpliendo los sueños que muchas cabezas unas bien pensantes y otras descerebradas han intentado a lo largo de una historia común y diferenciadora que ha creado un continente plural, cosmopolita, integrador y tolerante, a pesar de toda la que está cayendo.

Ya sé que no nos han ilusionado a lo largo de estos años como para que tengamos un concepto claro de Europa; también soy consciente de que tampoco lo han hecho tan bien, aquí y en la meseta, como para que vayamos corriendo a ejercer el máximo gesto de una democracia; estoy de acuerdo contigo en que durante esta jornada de elecciones ir a depositar el voto te va a costar, pero hay que ir, hay que hacer ese esfuerzo y es que a pesar de que alguno de quienes nos han traído hasta aquí se presenten hay que tener la valentía de, al menos, respaldar ese sistema que nos hemos otorgado hace unos cuarenta años.

El acto es único, la votación, pero las formulas son muchas y variadas, tantas como opciones se presentan con el objetivo de obtener representante en el parlamento europeo pero, aun estando decepcionado, iré y trabajaré para la construcción de una Europa libre, plural, que respete las lenguas y las culturas e intentaré, con mi voto, que sea una Europa de las personas y no de los mercados y rechazaré a aquellos que me prometieron, en su día, una Europa de las regiones para, ahora, convertirla en un puzle de sinrazones que sólo pretenden la vanagloria de algunos sin importarles el bienestar común de sus votantes.

Desistiré de propuestas extremistas que hacen del dogma su forma de vida y su propia imposibilidad de gobernar les lleva a planteamientos idealistas que no ejecutan cuando en pequeñas comunidades tocan el poder, ni siquiera en las comunidades de propietarios. No elegiré la papeleta de quien no me garantice un sistema de libertades en el que vivan personas y no números. No depositaré mi voto en quienes buscan su protagonismo a través de iniciativas personalistas y no de ideas de mejorar ese mundo imperfecto en el que habito lleno de vanidades y de vanidosos.
Renunciaré a opciones radicales con el objetivo de buscar la papeleta que satisfaga la mayor parte de mis satisfacciones personales; mis ideales de vida; las ilusiones que han forjado mi forma de ser y que no han servido para satisfacerlas, debido a mi constante inconformismo; rebuscaré entre cuantas papeletas se hallen en la cabina hasta encontrarla y depositarla en el seno de un sobre que sobrevolará sobre esas fronteras que algunos pretenden reinstaurar y que no entienden de lenguas, culturas, religiones u otras sensibilidades que nos diferencian y que al mismo tiempo nos unen.

Quedan pocas jornadas para el día “D”y, ese día, de nueve a veinte horas, igual que si de una zona azul de estacionamiento se tratara, tenemos tiempo para ejercer nuestro derecho como expresión máxima de una forma de vivir que nos agrada muy a pesar de unas imperfecciones que debemos comenzar a depurar y votar es el primer acto voluntario que nos puede conducir a ello.
Termino y es muy posible que cuando estas líneas sean leídas por alguien, las máquina de la zona azul ya expendan sus billetes y hayan puesto el punto y final a un mes, más o menos, en que el aparcamiento era gratuito en el centro de nuestra ciudad, si, esa que sigue teniendo tantas posibilidades intactas para afrontar ese futuro incierto, tan incierto como el tuyo o el mío.


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