Los limones por las nubes



Mira por donde, Rosa, ya se ha acabado el verano, hemos entrado en el otoño, con unas temperaturas de verano y con una normalidad prendida de un hilo por los acontecimientos que están ocurriendo por doquier, pero no quiero hablar hoy de temas tan trascendentes que, en muchos casos escapan de la capacidad de quien escribe esto.
Hoy quiero hablar de limones. Si, de limones de esos limones que son de la familia de la naranja, esa fruta que en Burriana tiene dedicada un museo que está cerrado, pero por cuyo precio pagamos una cantidad, para mi sorprendente. El tema viene a colación porque un amigo me invitó a cenar a su casa y no tenía limones para el Gin-tonic y como yo iba a comprar le dije que yo los llevaría, el cual, yo mismo, que siempre suelo tener limones en casa, ese día no tenía ninguno y fui a por ellos al super.
Y cual fue mi sorpresa que al comprarlos vi que su precio era de 2’15 euros el kilo y me quedé sorprendido. Posteriormente comprobé el precio en otros dos supermercados diferentes y el precio era más o menos el mismo, a pesar de existir una diferencia de céntimos y fue entonces cuando me llevé las manos a la cabeza al comprobar lo que se paga por un kilo de naranjas y lo que cuesta un kilo de limones.
Sin más remedio, los compré y entonces analicé la situación. Yo, que nunca compro limones porque mi vecino tiene unos limoneros y me obsequia de forma más o menos continua con sus preciados limones, no estaba al corriente del precio de los mismos y por consiguiente me sorprendí por el costo de los mismos, máxime cuando el precio de nuestra “fruita daurada” está muy por debajo del precio del “amarillo limón”. Y es que la vida te da muchas sorpresas.
Pero luego la sorpresa aún fue mayor al utilizarlos. La apariencia excelente, no en vano están preparados para que entren por la vista. Llegó el momento de utilizarlos con el Gin-tonic y los corto por la mitad y acostumbrado a unos limones con una piel dura, me encuentro unos limones blanditos, con mucho jugo, eso si pero que no sabian a ese limón de mi vecino del cual tengo autorización para proveerme y que tiene acidez y una piel bien dura y tersa.
Fue entonces cuando me vino a la memoria esa frase de unos amigos que siempre habían comprado naranjas en los supers y no habían probado las del árbol y que dijeron que esas naranjas sabían a otra cosa. Todos, al menos los de aquí, sabemos que no es lo mismo una naranja madurada en el árbol, que una naranja madurada en cámara y tratada.
En fin, que siempre recordamos algo y hoy, como te he dicho no he hablado de nada trascendente, ni del estado de las calles, ni del inútil semáforo instalado en el Camí d’Onda que por cierto en horas punta el otro día había hasta tres policias dirigiendo el tráfico y cunado no hace falta, regula el tráfico. No he hablado de lo que nos cuesta la papelera, ni de la playa, que por cierto se han olvidado las banderas azules y la de “Q” que ondean como si estuvieran activos los servicios que se prestan en verano.
Nada, eso, que el precio de los limones sigue por las nubes y el de la naranja por donde siempre, por los suelos.

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