Musica y felicitaciones para el año que iniciamos

Todavía resuenan los últimos tonos de la marcha Radetzky en mi mente cuando en esta mañana, primera de enero y de un año que sucede a otro “horríbilis”, me pongo a escribir estas letras y, como no, después de escuchar los sones de los valses de la familia Strauss y otras composiciones, algunas de ellas con aire español, quiero felicitar a todos este nuevo ciclo con el deseo de que sea, al menos, un poco mejor que el pasado.
Desprovisto de mi prenda de color rojo de la noche de fin de año, emprendo a pensar en el “Nuevo” y la primera de las tareas, como la de todo hijo de vecino, es la de escribir la carta a los Reyes Magos para que la noche del día cinco de enero tengan a bien colmar de felicidad nuestros hogares y llenar de satisfacción a los más pequeños.
En el momento de pedir no tengo claro por donde empezar ya que con el tema de la globalización no se si iniciar la carta con caracteres generales, que siempre pueden afectarme o redactar primeramente los particulares para extenderme, con posterioridad, a los más generalistas.
Aunque, pensándolo bien me da igual, porque perdida la inocencia infantil tanto da una cosa como la otra, como aquello de Isabel y Fernando. En fin, que me pongo a pensar y me gustaría un mundo más humano, casi nada; una ciudad, la mía, en la que vivo y desarrollo mi vida y en la que desenvuelvo mi actividad, un poco mejor, bonito sueño; desearía que mis amigos y conocidos no padecieran ese problema tan generalizado que es el paro, que la suerte les sonriera y que la diosa fortuna les fuera más propicia, algo muy difícil
Además, me gustaría que a quienes circulamos por las calles nos entrara la razón, el conocimiento y nos apreciáramos un poco más y que nos diéramos cuenta que nuestra estancia “aquí” es pasajera, para que de esa forma actuáramos en consecuencia y seguramente lo haríamos, muchas veces, de otra forma.
Empezamos un nuevo año, una año a todas luces muy difícil y con difíciles problemas que solucionar y en el que, además, todos debemos arrimar el hombro y al decir “todos”, quiero decir “todos” y no sólo los que siempre pagan las crisis, los ciudadanos de a pie a los que se les suben los impuestos y pagan religiosamente los que quienes nos gobiernan nos imponen. “Todos” son todos, ellos, los banqueros, los responsables de las grandes empresas, los de las pequeñas; los políticos y los que no lo son; los que hacen las leyes y quienes las imparten, porque sin “todos” no hay futuro.
Feliz cuesta de enero con el deseo de que esta sólo dure hasta el uno de febrero.

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