Una noche atípica de Sant Josep

 Finalizaron las fiestas falleras dedicadas a Sant Josep. Se han quemado los monumentos falleros y algunas vergüenzas que se plantaron por la calles de nuestra ciudad. Era un martes atípico del mes de octubre y Burriana celebraba, con retraso, el día de Sant Josep, sin ser el día del padre. Además, el día de l’Axiamo, les calderes, la romería, la feria de  niños y las tradicionales paradas hasta llegar a la ermita. Y por si fuera poco, el día del Pilar, patrona de la Guardia Civil y, a la vez, fiesta nacional.

Mucho que conmemorar para una jornada con veinticuatro horas en la que no hubo tiempo para parar. Las bandas de música a primera hora de la mañana hacían escuchar sus instrumentos y melodías anunciando la jornada. Falleros por aquí, falleras con caras de sueño saliendo de las peluquerías con destino a enfundarse el traje de fallera en este día de la ofrenda que reunió las ganas y sentimientos de dos años y los deseos de normalidad para dentro de cinco meses.

Si. Si, cinco meses para que vuelvan a sembrarse de fallas esta ciudad que si ha quemado las de este año en el prolegómenos del otoño, pronto lo hará, de nuevo, anunciando la florida primavera de dos mil veintidós con los anhelos y deseos de que todo funcione, más o menos, como lo hacía antes de un catorce de marzo de hará, en ese  momento, dos años.

Digo pues que en ese día de “No” Sant Josep y “No” día del padre, se acercaba la hora de la “Cremà” y a diferencia de la fecha normal, tampoco se había preparado nada en casa para festejar cualquier acontecimiento u onomástica que se terciara. Digo pues que se presentan armadas de una bandeja “amb coca de tomaca” a mi casa para ver como se queman las fallas ubicadas en El Pla.

Bien recibidas, por supuesto, se comparte lo que hay y esperamos pacientemente el inicio del momento en el que el fuego “otoñal” consume esos monumentos que, pacientemente, habían esperado en cualquier lugar, dos veranos, dos primaveras, un invierno y un otoño, el momento de salir a la calle y ser admirados.

El fuego los va consumiendo en medio de acaloradas discusiones sobre temas diversos y discrepancias palpables. Los monumentos van siendo pasto de las llamas, los cohetes van cesando y dejan paso, poco a poco, a una noche tranquila que verá una jornada de normalidad que servirá de entrenamiento para lo que ocurra dentro de cinco meses en que volveremos a reinar en las calles y en las alturas para ver purificar los deseos y anhelos de una noche atípica de Sant Josep.

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