Nada nos puede salvar de nuestro futuro
Estaba escribiendo un
artículo para el blog basándome en la frase de un cuadro de Goya “El sueño de
la razón produce monstruos”, cuando me comentan por la calle que el presidente
del gobierno español, presidente nos guste o no, había convocado una rueda de
prensa para leer un comunicado institucional, a quien me lo dijo la información
le llegaba de Mongolia vía Wassap, si, si, de Mongolia al otro lado del mundo
donde la hija de quien me lo dijo se busca las habichuelas trabajando de
arquitecta.
Escucho a esa hora al
presidente y lee una noticia que algunos ya esperábamos hace algún tiempo
al considerar que era, desde hace algunos meses, el momento oportuno para un
cambio generacional en la Jefatura del Estado, poniéndose con ello un punto y
aparte en esta transición que los habitantes de este país llamado España nunca
terminamos de acabar, porque somos un país de charanga y pandereta en el que
todo nos la suda, las instituciones, las banderas, los himnos, etc. y es
verdad, a mí, y así lo he manifestado reiteradamente me la sudan, siempre que
sirvan para separar en lugar de unir, pero no por ello voy a ir cambiando a dos
por tres. Me interesa más la estabilidad, la democracia y el bienestar de mis
conciudadanos que el sistema de gobierno, el partido que gobierne y lo que busco es libertad para decidir mi futuro y el de mis vecinos.
Tras la lectura del
comunicado, las redes empiezan a llenarse de comentarios y chascarrillos y hace
buena una frase de un tertuliano que dice que los españoles somos más insultadores
que manifestantes de opiniones y así lo reitero con las declaraciones de
algunos que en lugar de ver el proceso como una situación
normal del régimen en que nos encontramos llaman a las barricadas, aparecen con
banderas republicanas, convocan a manifestaciones y otros menesteres similares
que nada vienen a cuento.
Cada cosa a su tiempo, en su
justa medida y todo ello hace bueno aquello de “mirar a la historia para que no
se repita”. Los de aquí somos tan torpes que de lo único que somos capaces es
de abrir brechas y heridas que estaban cicatrizadas, pero es que quijotes hay
muchos en muchas partes, pero aquí abundan muchos reyezuelos que lo único que
desearían es eso, reinar. Y lo demás les importa un pepino.
No soy monárquico, ni
republicano, ni defiendo una república bananera, bautizada ahora como bolivariana
y que algunos nos prometen y que no es otra cosa que una mala película de
ciencia ficción cuyo género no me gusta nada. Prefiero aquellas historias que
provienen de la realidad y que en muchas ocasiones superan a la ficción, pero
me da lo mismo, prefiero la realidad de aquellos que sin mirar condiciones
trabajan y ayudan a los demás; de quienes se esfuerzan en hacer un mundo mejor
y más humano y que velan por que todos vivamos un poquito mejor y ni me gustan
los aprovechados, ni aquellos que venden ideología por un plato de lentejas que
siempre son ellos quienes se las comen.
Sigo leyendo en las redes
sociales y me indigna cada vez más la forma que tienen algunos de hablar de las
instituciones, porque tras ellas existe odio y rencor, pero que en realidad no
son ni odio ni rencor, es envidia y por ello hablan así y hacen bueno aquello
de los pecados capitales de los españoles.
Se habla, últimamente del
bipartidismo, de su fin, del paso a la historia y en realidad eso que se dice
no deja de ser una falacia, porque este país está dividido en dos desde el
nacimiento de cada uno. ¿Eres del Madrid o del Barça? ¿Te gusta Berlanga o
Buñuel? ¿Cine o teatro? ¿Banderas o Bardém? ¿Eres del Sevilla o del Betis? Son algunas
de las preguntas, por no mencionar otras, que nos hacen intentando definirnos
de esa manera con el objetivo, siempre, de estar contra algo.
Ese es el principal
parámetro que se nos plantea de forma rápida. Nadie te pregunta si te gusta el
futbol o cual es el equipo que mejor lo práctica; si te gusta el cine más que
el teatro y opinas sobre ambas manifestaciones. No, en principio estigmatizamos
y luego entramos directamente a juzgar. Así nos va a todos, con una valoración
de lo nuestro por los suelos y con tal división social que nos atrevemos a cuestionarlo
todo sin afianzarnos en nada, nada nos puede salvar de nuestro futuro, que sin
lugar a dudas será incierto.
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