Paciencia hoy tengo un día turbio.
Estamos sumidos en una crisis. Sin lugar a dudas eso no es nuevo. Y, además, lo estamos desde hace mucho tiempo. Incluso desde antes que Sánchez llegara a la Moncloa.
Sin embargo, la
tenemos desde que, las administraciones públicas dejaron de tener el control,
total o parcial, sobre sectores básicos para la población como puedan ser las energías,
los combustibles y ciertos aspectos del sector primario o de la alimentación,
ese sector en el que el agricultor o ganadero se las ve y desea para hacer
rentable su producto y que se encuentra, siempre, bajo el poderío de las
grandes empresas que controlan el mercado.
Hace cincuenta años
que el sector agrícola en nuestra provincia y, especialmente, la naranja dejó
de ser rentable. Estoy hablando de los años setenta allá por cuando Nino Bravo
tuvo un accidente, Formula V y Diablos sacaban sus canciones del verano o
cuando Georgie Dann nos trajo esos ritmos del otro lado del muro.
Si, ya ha llovido.
Pero algunos de quienes pueden leer este artículo recuerdan cuando sus padres
vendían su naranja a 50 o 60 pesetas el kilo, esa misma cantidad que ya quisieran
cobrar, aunque en su valor en euros, quienes cultivan sus tierras hoy en día.
Digo pues, que
estamos en crisis permanente y que el ataque a las torres gemelas, la invasión
de Irak, la pandemia o la guerra de Ucrania no es más que una vuelta de tuerca
más a todo lo que tenemos y que nuestra tendencia futura, si nadie lo remedia,
cosa que veo difícil vamos a tener que convivir, de forma constante, con lo que
podríamos denominar una economía de guerra adaptada al sistema de bienestar.
Es difícil de comprender
lo que digo, pero me refiero a que tendremos que mantener nuestro trocito para
cultivar parte de lo que necesitamos, incluyendo la cría de gallinas para tener
huevos, aunque huevos para hacer muchas cosas a algunos le sobran.
En fin. En esta tarde
taurina de fiestas de Vila-real, Segorbe o Burriana, entre otras poblaciones,
termino este artículo sin saber muy bien que decir, ni si se entiende lo que
digo y a veces, pienso, que tampoco el escribiente entiende lo que plasma con
la letras. Paciencia hoy tengo un día turbio.
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