Comienza mayo

Comenzamos el quinto mes del año, el mes de las flores y el mes de María, todos estos nombres para denominar al mes de mayo, ese mes en el que los capullos de las rosas, y no los otros, florecen y desprenden ese aroma, veneno para los alérgicos, y que nos encanta a quienes, todavía, no lo somos.
El resplandor de la luz del sol del Mediterráneo, aquel a quien siempre canta Serrat, se torna azul brillante, radiante y luminoso y deja atrás las mil aguas de abril y la grisácea imagen de un invierno que a pesar de su suavidad nos ha dejado las imágenes típicas de su época que, atravesando las estampas navideñas, nos ha llevado a un dos de mayo inmortalizado por Goya y que los madrileños han tomado como fiesta autonómica.
En este punto nos adentramos, cíclicamente, en ese periodo de grandes eventos familiares como son las comuniones, el tiempo de los enlaces sentimentales y los primeros esbozos de un verano que se presume difícil y complicado para una gran cantidad de personas que no ven con claridad su futuro y que buscan su ilusión tras un puesto de trabajo que les facilite un sueldo con el que poder mantener a su familia y pagar su hipoteca.
Es muy posible que estas últimas palabras, querido lector, te infundan un poco de desánimo, el mismo que tengo yo tras la perdida de sendos amigos que nos han dejado de forma repentina sin darnos tiempo a reaccionar a quienes los conocíamos y les apreciábamos.
La vida nos da estos golpes y a medida que pasa el tiempo y nos hacemos más maduros, las posibilidades se multiplican y, sin comprarlos, tenemos más numeritos para que nos toque; pero es en estos momentos, cuando perdemos algo, cuando nos damos cuenta del valor de la vida, de los amigos, de la familia y de otras muchas cosas bellas que tiene esta posee y que no apreciamos más que cuando nos toca el corazón.
En fin, que a pesar de todo los sucedido, “vuelve el rico a su riqueza, el pobre a sus pobreza y el señor cura a sus misas” como también canta Serrat mientras Julio Iglesia nos dice que la vida sigue igual y que mal que nos pese esto está durando mucho más de “19 días y quinientas noches” como apostilla Sabina aunque en estos momentos prefiero “imaginar” como decía el malogrado John, ese de las gafas redondas, pelo largo y mujer japonesa que formaba parte del grupo de jóvenes que, saliendo de Liverpool, emocionaron y emocionan a mucha gente entre los que me encuentro.

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