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Hoy, tengo el pensamiento divagando entre lo que pienso, lo que deseo y lo que considero entre la lentitud del momento, la inacción del día y la dinámica de una jornada que discurre sin discurrir, sin pasar y sin ”nà”.

Cuando el día se tuerce, o sin torcerse no se endereza, los segundos son eternos y los minutos inmensos frente a la brevedad del momento vivido, Son instantes inalterables, ineficaces y que, ni siquiera frente a una hoja en blanco te inspiran algo capaz de ser transmitido a los demás como lo que ahora escribo. Las líneas son largas, los caracteres no cunden y el final del folio, aunque sea de una página de ordenador, no llega nunca.

Dicen que la inspiración no llega “per se”, sino que debe pillarte trabajando, de lo contrario es muy difícil que suene la flauta, tan difícil y complicado como que aciertes una primitiva, una bonoloto, te toque la lotería, el cuponazo o que aciertes el euromillón, pero si a nada de esto juegas, aún es más difícil, tan difícil como imposible.

Sólo con la constancia y el trabajo llega la inspiración y con ella se aproxima el final del escrito, del estudio, del capítulo o de aquello en lo que te encuentres inmerso, una novela, una simple redacción o una jornada detrás de un mostrador atendiendo al público en una calurosa tarde de julio cuando sólo faltan horas para el primer encierro de los sanfermines y pocas horas después de que hayan lanzado el chupinazo y hayas visto como los “giris” hacen de las suyas en pleno centro de Pamplona.

Mientras tanto, a orillas de nuestro mar, los cuerpos se retozan intentando absorber el sol a la vez que el agua los refresca recubiertos de protector solar para no ser achicharrados por una jornada en los que los rayos han sido lanzados como dardos contra la ardiente arena de la playa.

La tarde avanza y nos aproxima al final de la jornada, igual que este artículo se aproxima al final de la pantalla del ordenador con el objetivo de poner el punto y final a unos pensamientos que no tenían intención de escribir nada al mismo tiempo que no querían, tampoco, dejar de escribir alguna cosa que alumbrara, si cabe esta víspera sanferminera que nos acerca al fin de semana después de pasar por su ecuador con la satisfacción del deber cumplido y de desear que se cumplan los deseos, los proyectos y las ansiedades que respiramos, todo ello, a pesar de no saber de que escribir ni que contar.