Nunca cualquier tiempo pasado podrá ser mejor


Adentrado en mi década prodigiosa, siempre hay que estar contento con la década que a uno le toca vivir, y cuando ya creía que había superado casi todo, me retrotraen a mi mente una serie de cosas y situaciones que consideraba olvidadas y guardadas en ese álbum de la memoria que, todavía, no está muy influenciada por ese señor alemán tan famoso cuyo mayor mérito es no tener memoria, ni histórica, ni actual.

Mi vida la he intentado vivir con sosiego, no exenta de problemas y vicisitudes, con instantes buenos y otros que no lo han sido tanto pero todo eso es mi bagaje y que comparto con los míos y con quien yo quiero, no en vano es mi curriculum.

Sin embargo, ahora, más de cuarenta años después de aquel noviembre en que España enterró a quien la gobernó durante los cuarenta años anteriores bajo una mole de mármol y que estoy seguro que nunca va a poder levantar, resurgen los tambores de una división que, únicamente, es utilizada según los intereses de cada uno, sin embargo eso no es lo preocupante, o mejor, lo que a mí más preocupa.

Oigo voces de jóvenes, incluidos muchos políticos que nacieron después de aquella época hablar con halagos o con desprecio de ese tiempo que siempre y, mucho más ahora, es pasado, será pasado y siempre será pasado. Pero como pasado que es forma parte de la historia y como historia que es nadie la puede, para bien o para mal, hacerla desaparecer.

Como en todos los tiempos hay quienes los defiende y los hay, también, que los rechazan, de igual forma que hoy en día hay quien rechaza, incluso, el estado democrático; como los hay que rechazan la libertad de expresión y, también, hasta las leyes, pero “haberlos, haylos”.

No obstante, lo que más me preocupa es el adoctrinamiento de algunos jóvenes que hablan del pasado con el más absoluto desconocimiento de lo que ha vivido este país en, más o menos, mis décadas, eso sí, siempre prodigiosas para mí. No sé si será por la educación que recibimos en mi casa, pero la verdad es que nunca nos enseñaron a tener rencor, a envidiar o a hacer daño, más bien todo lo contrario nos enseñaron a tender puentes allá donde se pudieran tender y a echar una mano a quien pudieras, pero es que veo en algunas generaciones un rencor mamado desde el más profundo de sus sentimientos que, lo único que consiguen es vivir con amargura un presente criticando un pasado que desconocen totalmente y, por mucho que lo intenten, “nunca cualquier tiempo pasado podrá ser mejor” que el presente y el futuro. Por más que lo intenten. Sin embargo, se pierden parte del presente y no atinan con el futuro.

Tras ver todo lo que veo sólo puedo pensar que he tenido suerte en ser como soy y recibir el legado que me pudieron legarme mis predecesores y que intentaré dejar a los míos un legado, como mínimo, un poco mejor. Y ello, a pesar de todo.

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