Optimistas deseos para el año que empieza


Como ya dije en el artículo anterior, la lotería no nos tocará si no jugamos a ella, pero es que, un año más, aún jugando no nos toca y es que todo es cuestión, pensamos, de mala suerte, aunque la realidad es tozuda y si nos miramos a nosotros mismos y a nuestro alrededor, veremos que la suerte nos toca todos los días, cada jornada que vivimos y sabemos disfrutar de las pequeñas cosas y placeres que nos ofrece la vida.
Y digo esto, obviamente, porque no me ha tocado la lotería ni a mi ni a ningún conocido mío. Una pena, porque todos nos hubiéramos alegrado. Después de todo aún nos queda salud y, salvo algunos pequeños achaques, gozamos de buena salud, esa salud buena que nos deseamos después de que nos enteramos que no nos ha tocado la lotería; porque si encima de gozar de buena salud, nos toca la lotería, ya sería la “leche”, pero en fin a seguir jugando y confiando en algo que estadísticamente tiene pocas probabilidades de que nos toque, aunque siempre toca a alguien que tiene tus mismas posibilidades.

Nada, un año más llegamos al final del mismo y en estas fechas y, como siempre, los deseos de prosperidad abundan, máxime después de una “annus horribilis” que se ha cebado con todos y especialmente en los más débiles, en la clase media baja y que ha hecho que aumentaran las diferencias sociales y de clase, que los servicios sociales y de entidades que trabajan a favor de los demás se vean desbordadas por la demanda existente y después, también, que quieran hacernos ver unos brotes que, lejos de ser verdes, no se llegan a apreciar los mismos brotes. O al menos y, para desgracia mía, mi vista no alcanza a verlos.

En un plis-plas dejaremos atrás un año trece que tardará cien años en volver y que dará paso a un catorce que deseamos que sea mejor que este que está dando sus últimos coletazos y amargando los últimos días con la el precio de la luz, el salario base, las pensiones, los recortes y un largo etc. de puntos que no vale la pena recordar con el objetivo de intentar ser, en estos últimos instantes del año que termina, un poco más feliz que los trescientos sesenta y tres días que han precedido al presente que da paso al último día del año.
Nada falta para las campanadas de medianoche que darán paso a un año nuevo en el que deseo, de corazón, que sea un poco mejor que este que está dando sus últimos malvados coletazos.

Feliz Año 2014

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