Si para esto es importante, imagínate para lo demás.


Todos tenemos nuestro “ego”. Yo el mío y tú el tuyo. Mi vecina el suyo y su marido también el suyo, no el de su mujer, sino igual que su esposa el suyo propio, de la misma manera que cada uno de sus hijos, ya mayorcitos, tienen cada uno el que les corresponde. Ni más, ni menos.

Pero, cuando estamos en una colectividad deberían suavizarse para que predominara una visión general y no el del líder del grupo que muchas veces tiene un ego menor que el de cualquiera o de algunos que forman parte del grupo o de la colectividad y, en ocasiones, ahí está el problema convertido en menosprecio, rencores y envidias.

Con “ego” supino podemos encontrar a mucha gente. En todas las profesiones. En todos los ámbitos de la sociedad. En todos los países. En todas las religiones, e incluso, en las administraciones públicas, en los grupos políticos y, hasta, en el propio gobierno.

Los hay a quienes su “ego”, con motivo o no, se les ha subido a la cabeza. Bien porque es entrenador de uno u otro equipo. Bien porque le ha salido el Euromillón o porque ha tenido suerte en su vida profesional, sin embargo ese “ego” no debería impedirle escuchar al otro, a los otros y a cualquiera que se le presente o le presente algo, idea, propuesta, proyecto o iniciativa.

Hay “ego’s” que se esconden tras una apariencia y otros que los ves venir de cerca, nunca de cara, pero siempre los ves venir en algún momento. Los ves venir por el silencio, por la mirada ausente, por el desvío de conversación y, de tanto en vez, no te das cuenta hasta que te la han hecho y es entonces cuando te cabreas y decides actuar.


El hábil, me decía un conocido, es aquel que reconoce el “ego” del otro y sabe reconducirlo a su terreno. No es fácil. Hay que saber mucho, tener sapiencia y habilidad. Destreza en la conversación ensalzar su posición, la del otro, para que, sin darse cuenta, el otro, acabe cediendo a los designios del primero y casi siempre ocurre cuando le traspasas la idea de lo que quieres para que sea él, el otro, quien se sienta el aportador de la idea. Difícil, pero no imposible, Repito hay que ser muy habilidoso y tener, como se dice habitualmente, mucha muleta.

En fin. No sé a que viene esto, pero me siento un poco metafísico después de hablar con un investigador químico-físico que me ha explicado la importancia que tiene trabajar en grupo para encontrar medicamentos contra el coronavirus.
Si para esto es importante, imagínate para lo demás.

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