Participación irreal

Me comentaba un amigo, de esos que tengo, que forma parte de una de esas entidades que tienen cierto poder y que se sustentan en el poder social a través de aportaciones y de “pseudoconsultas”, que se sentía utilizado y que únicamente les consultaban para cubrir el expediente, porque nunca veía que se pusiera en práctica cualquiera de las aportaciones que se hacían en las reuniones a las que asistía.

De igual forma, otro que forma parte de un partido político coincidía en que en su partido político ocurría lo mismo, muchas reuniones y pocas resoluciones de las aportaciones que hacían sus miembros y eso que su forma de gobernarse tiene un carácter asambleario.

Vaya hombre, mira por donde. Me da la sensación que eso ocurre en muchas otras formaciones sean políticas, cooperativas, asociaciones deportivas, culturales o de otra índole y es que estas reflexiones me llevan a pensar que el individualismo, el corporativismo de quienes las dirigen y la poca gana que tienen los dirigentes de complicarse la vida con las aportaciones de sus socios, militantes o simpatizantes es muy, pero que muy notoria y notable.

Al final, por más monsergas que nos digan en la mayoría de colectivos quienes los dirigen hacen los que les viene en gana, por más consultas que hagan a las bases, militantes o asociados. Y, ello, conlleva que, al final, se trabaje de espaldas a quienes eligen a la cúpula.

Sin embargo, se llenan la boca de que solicitan la participación en las reuniones, a través de la red o de cualquier otra forma cuya participación real es muy, pero que muy dudosa y de escasa fiabilidad, a pesar de lo que dicen.

¿Es una lástima? Si. Es una lástima que no se tomen en cuenta muchas de esas aportaciones y que los dirigentes municipales o de otras entidades no presten más atención por las aportaciones de sus propios integrantes, votantes o miembros de cualquier empresa u organismo que se precie de ser realmente democrático, pero no sólo una vez cada cuatro años.


Los referidos amigos se mostraban cansados y desilusionados por la escasez de repercusión que tenían sus propuestas en el día a día de sus entidades y, ambos dos, llegaban a la conclusión de que, muchas veces, la participación que pregonan no es real. Una pena.

P.D. Con respecto a mis dos artículos anteriores. Si hubiéramos hecho la paella no habría terminado la cosa así. Que luego no digan que no había una vía valenciana al problema planteado.

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