Lucecitas de colores y mucha ilusión


Este año estoy muy contento. Delante de mi casa han puesto lucecitas de Navidad, si, igual como esas “habituales cortinillas de luces de Navidad” que cuelgan, desde hace más o menos dieciocho años, en la fachada del Ayuntamiento de Burriana por estas fechas.
No me quejo. Su resplandor no sirve para completar la escasa luminosidad que por las noches existe en El Pla, pero ayuda, no con la intensidad del rotulo luminoso de una conocida pizzería situada en la misma plaza; ni con el brillo de los focos que iluminan la Caja Rural durante los días de fiesta, pero todo ayuda, a veces, hasta el encendido de un mechero permite que el Pla de Burriana esté más iluminado.

Otra cosa sería la comparación con la calle San Vicent. Si, esa calle que sale desde el Pla y llega hasta el pabellón de la música y que tiene en el suelo azulejos de colores igual que las luces que “pretenden” iluminar esta céntrica calle llena de charcos cuando llueve y en la que por la noche tienes problemas para identificar a quien se te acerca y que no distingues quien es hasta que lo tienes encima. No, no voy a comparar porque en El Pla, después que cambiaran, por dos veces, las bombillas hay más luz que en el carrer Sant Vicent, a pesar de que allí han puesto arquillos de luces navideñas.
En estas fechas navideñas, en las que los escaparates de los establecimientos comerciales se engalanan para intentar vender más; durante estas semanas en las que los ciudadanos estamos comprando regalos y regalitos, para unos y para otros; el amigo invisible de la comida o cena de empresa o un simple detalle para el marido o la mujer la luminosidad incita a pasear por los centros comerciales de las poblaciones durante las tardes que hace bueno y si se le pone aliento, corazón e imaginación a la iluminación, la gente salimos más de nuestras casas y más en unos momentos de grandes esfuerzos, por parte de todos, para vender más.

Las lucecitas no venden, pero ayudan. La iluminación y el pavimentado de las calles no venden, pero facilitan que la gente se anime a entrar en esos establecimientos que tantos puestos de trabajo crea en esta ciudad en la que escasea el tejido empresarial y que nadie se ha preocupado por fomentar.
Los adornos navideños, incluidos los que han puesto delante de mi casa, sirven para recordarnos las fechas en las que estamos, el tiempo que nos llega, el año que se nos va y nos alienta a mirar el futuro, si cabe, con más ilusión y con la esperanza de que este año sea el año del cambio y del despegue de esta ciudad que tiene muchas posibilidades y recursos y todos desaprovechados.

Eso, que con la Navidad nuestras ciudades se llenan de lucecitas, de los balcones, además del gordo Papa Noel, cuelgan nuestros Reyes Magos preparándose para traernos los regalos cada seis de enero después de una cabalgata que espero y deseo que este año se luzcan y no por ser año electoral, que eso es casualidad, sino porque a los niños de Burriana hace ya años que les gustaría ver una cabalgata que les ilusione, no en vano es la cabalgata de la ilusión.
Por favor majestades yo quiero mucha ilusión.

 

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