El respeto que deberían otorgarnos
En estos días, que unos dedican a la
reflexión y otros a la relajación, se escuchan muchas tonterías sobre esas
procesiones y manifestaciones religiosas que tanto proliferan por nuestros
pueblos y ciudades. Casi todas ellas, amparadas en su derecho a la libertad de
expresión, son ataques a la libertad de expresión de quienes participan en
ellas y en algunos casos se llega hasta la misma ofensa de quienes toman parte
en ellas.
Durante las jornadas que vivimos, cada uno a
nuestra manera, se llevan a cabo diversas actividades que recuerdan el pasado
de una historia y una cultura que ha forjado, incluso, hasta quienes ahora
hablan mal de ella; es la historia hasta de quienes guardan con celo esas fotos
de su primera comunión, bautizo y otros acontecimientos familiares que forman
parte de su memoria histórica y que, quieran o no, les ha forjado como personas.
Nuestra historia, la del mundo occidental, es
la que es y no hay vuelta de hoja. Queramos o no, somos hijos del derecho
romano y de la cultura cristiana, aunque apostemos de ella y reneguemos de todo
los que huela a ella; podemos practicar o no, pero al menos quienes practican
se merecen el mismo respeto que quienes no lo hacen.
Me cansa ver los comentarios en las redes de
esa progresía criticona y falsa que se esconde detrás de un laicismo mal
entendido o de la falta de respeto al resto de sus desconocidos. Me cabrea leer
las tonterías de quienes pregonan la acogida general faltando al respeto a
quienes cada día conviven con ellos enarbolando falsas banderas de solidaridad
que únicamente son capaces de decir públicamente sin llevar a la práctica
ninguno de sus principios, supuestamente, sociales.
Yo, creo en lo que creo. Practico lo que
practico y no soy muy amante de grandes profesiones religiosas, ni políticas,
ni deportivas. Me interesan más las personas por lo que son que por lo que
creen, rezan, leen o practican y es que creo que es más importante el respeto
que la diferencia.
Aún quedan varios días de esta Semana que
para unos será Santa y para otros no lo será tanto pero de lo que no deberían
tener duda es que no todos los que viven esta Santa Semana lo hacen por
creencia. Los hay que, sin apenas creer, sienten en su interior las costumbres
y las tradiciones que nos han forjado como pueblo y que nos han propiciado la
cultura que tenemos y es por ello por lo que participan portando sus imágenes o
viéndolas a su paso mientras su corazón palpita a un nuevo ritmo y sus ojos se
humedecen al ver el sentir de sus conciudadanos.
Todavía quedan unos días para seguir leyendo
esos comentarios ofensivos hacia quienes participamos de cualquiera de las
tradiciones de nuestra sociedad más inmediata, pero ello lo conlleva la
libertad que tenemos y que les permite a algunos faltar a ese respeto del que
ellos disponen y que deberían otorgarnos.
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