Pensamientos de una tarde de domingo

Tengo un amigo que dirige una empresa y tiene problemas en su interior, de funcionamiento, de confianza entre las personas, de efectividad y, en algunas ocasiones, de falta de acierto y, en otras, de falta de ganas del equipo de responsables de las diferentes parcelas en las que desarrolla su actividad.

Analizando bien la situación lo mejor sería que reestructurara los cuadros de la propia empresa, por hablar rápido y mal, habría que despedirlos a todos y hacer un equipo nuevo, pero eso no se puede hacer por muchos otros motivos de toda índole.

Sin embargo, mi amigo, no se atreve a remodelar el equipo y es por ello que yo le sugiero que si no lo renueva, busque mejores ubicaciones para ellos, que intente saber incentivarlos u otras opciones dado que él conoce mejor que yo a sus miembros, caso contrario, se va a perder la empresa y su futuro durará poco.

Ya hace algún tiempo que lleva al frente de la empresa y, a pesar de que ha tenido motivos y oportunidades, no lo ha hecho, ha dejado enquistar los problemas, no ha sabido crear un equipo y, tampoco, él ha sabido ganarse su confianza; le ha faltado ese “savoir fair” que se le presuponía en el momento de acceder al cargo.

Me preocupa su situación pero como no hace caso de lo que algunos amigos suyos le decimos, al final su situación me llegará a importar un pito puesto que mientras algunos amigos tratamos de ayudarlo, él, no hace lo que le corresponde como máximo responsable de la empresa y, a buen seguro, que al final se encontrará sólo, únicamente rodeado de quienes le adulan buscando su bienestar individual, sin importarles lo más mínimo el devenir de la empresa y, muchas veces, el bien colectivo, la empresa, está por encima del bien individual, pues en la empresa hay muchas personas implicadas.


Me sabe mal por su empresa y por las muchas familias que están implicadas, pero la verdad o cambia su rumbo o esta empresa durará muy poco.

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