Tradiciones hermosas. El Corpus de Artana
Hacía años que
no lo veía, mira si hace años que creía que no se celebraría de la forma que yo
recordaba y mira las expectativas que tenía que, por si acaso, me llevé la
cámara de fotos para, por si acaso, tomar unas instantáneas. Me estoy
refiriendo, para vergüenza mía por no asistir con más asiduidad, a la
festividad del Corpus de Artana.
Recordaba de
mis años mozos que las calles se llenaban de macetas, hiedra que formaba
alfombras en las que muchas mujeres se afanaban, desde primeras horas de la
tarde, en realizar diferentes figuras que representaban al Santísimo o
escribían, con pétalos de flores, frases
referidas a la festividad religiosa. A lo largo del recorrido de la procesión
cinco pequeños altares en los que descansar la custodia que, bajo palio,
llevaba el párroco de la población.
Y si esto eran
mis recuerdos, la realidad persistente a través del tiempo me ha llevado a
recordar, para bien, aquel periodo que se ha visto superado por los trabajos
realizados, el interés puesto en la confección de esas calles que se han puesto
sus mejores galas para que el paso de los niños que han tomado la primera
comunión y que acompañan al Santísimo sea una fiesta religiosa y costumbrista
digna de ser apreciada por todos bien sean foráneos o de la propia población.
La fiesta,
desde mis recuerdos, no ha perdido un ápice de frescura, de participación y de
trabajo, sin embargo la fiesta requiere promoción, tanto del continente como
del espíritu que la motiva y si los espectadores no eran excesivos, la
promoción de la misma puede servir de acicate a la promoción de una población
que realiza un gran trabajo y que debería ser conocida por mucha gente.
Plantas,
flores, hiedra, dibujos y formas de papel y otros material visten las calles de
Artana por unas horas con el objetivo de que la procesión tenga belleza y
hermosura y no renuncie a sus intenciones y orígenes, no pierda el sabor
místico de su realización y aúne esfuerzos alrededor de una causa en la que el
gran beneficiado es el pueblo entero.
La plaça de l’Ajuntament,
el carrer de Baix, el Pla o l’Empedrat, algunos de los lugares por los que
discurre la procesión revestían belleza y frescura; solidaridad, devoción y
tradición; espíritu de continuidad y de conservación de una historia que debe
evolucionar sin perder las buenas costumbres y, sin lugar a dudas, esta es una
de ellas. Enhorabuena a quienes hicieron posible lo que simplemente era un
recuerdo en mi memoria.
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