Cultura y títulos universitarios no son sinónimos de educación


Buenas noches Rosa. Como tu bien me decías, hace días, más bien largas jornadas, que no escribo en el blog y es que para escribir hacen falta varios parámetros, que no voy a detallar, pero entre los que encuentro el que te pongas de mal humor por alguna causa o el que estés contento por alguna otra y el primero es el motivo que me ha hecho retomar, como se diría antiguamente, es decir unos quince años, la pluma y escribir lo que a continuación voy a decir, cosa que no sé y que, a seguidamente comienzo a pensar.
Lo que escribo viene motivado, como gota que colma el vaso, por las aptitudes y actitudes impresentables que los energúmenos de esa secta de amiguetes, nacidos al amparo de una crisis y de un malestar general por la falta de gestión real de los partidos gobernantes, en su momento, y que han conseguido sentar sus posaderas en los sillones de la Capilla Sixtina de la democracia española que no es otro lugar que el Parlamento y los cuales se escudan detrás de una siglas que responden al nombre de Podemos.

Entre sus filas, y sin entrar a mirar sus curricula, encontramos un gran número de títulos universitarios, en otros cargos políticos hasta exjueces y ello, sus recorridos y sus orígenes, les presuponen una educación que no se corresponde con sus comportamientos dentro y fuera de un hemiciclo que, hasta su llegada, podríamos decir, sólo había sido mancillado por un golpista que con el objetivo de tomar el poder por las armas tuvo a todo el país en vilo durante una tarde y una noche.

Tras su aparición en la escena política y pública, el Congreso de los Diputados lo han convertido en un escenario en donde del debate político se ha pasado al insulto y a la ofensa; de un lugar en el que se legisla a un escenario teatral con luces y taquígrafos algunos de cuyos periodistas les ríen las gracias aupados tras la suma de dos cadenas cuyo resultado, sin llegar a la docena, se queda a dos números de ella y se encargan de fomentar la basura y de acrecentar unas carreras que no se corresponden con su productividad.

Me da igual que lleven coleta o rastas; sean rubios o morenos; altos o bajitos; gordos o delgados, lo que no me da igual es que falten al respeto a los  ciudadanos con sus actuaciones; que no respeten las leyes y ni siquiera las normas que el propio pueblo español consiguió tras muchos años de dictadura; me ofende el portavoz de este grupo cuando actúa desde su escaño con puño alto o bajo o cuando interrumpe a los oradores y sobre todo cuando contesta, con o sin micro, a una presidenta que le indica que no es su turno de palabra.

Si todo o parte de lo dicho, lo trasladamos al ámbito familiar del propio individuo, se le presupone una falta de educación para con sus progenitores a quienes no les ha tenido el más mínimo respeto; lo mismo que hacia sus profesores, tras lo cual llego a la conclusión que sus ámbitos familiar y educativo han sido un auténtico fracaso, dado que no ha aprendido los más mínimos conceptos de respeto hacia cualquiera y que los demás se merecen, por lo menos, el mismo que él demanda. El resto de ciudadanos les pagamos las carreras universitarias, para que al menos, aprendieran educación, cosa que no han hecho. Tiempo y dinero perdido.

Ya lo decían los griegos, que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, y esa imperfección se ve cuando, por circunstancias como las que han acaecido, aparecen individuos como estos que sin haber vivido otro sistema que el democrático, el odio es tal que no han sido capaces de, al menos, aprender el concepto de respeto.

Tras ver lo que veo, sólo tengo que dar gracias por la familia que tengo, la educación recibida, los amigos que tengo y por haber sido capaz de entender y aprender los principios básicos de la convivencia.

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