Bien poco cuesta un saludo, aunque sea por cortesía.

 Era un día cualquiera de una de las últimas semanas de esta mi vida y la tuya. Digo pues que ese día me levanto y al rato me encuentro con una persona que paseaba en medio de esa naturaleza que está a las afueras de cada uno de nuestros pueblos y ciudades.

Disfrutaba, supongo, del buen tiempo, de la tranquilidad, del canto de los pocos pájaros que todavía se escuchan. El sol iba tomando altura y sobresaliendo por encima de los edificios que hay esparcidos por nuestros términos municipales y la primera brisa del día refrescaba el ambiente.

Caminaba rápido. Iba acompañado de otra persona y su silueta aparecía y desaparecía tras cada uno de los troncos de los árboles que se entrecruzaban entre el y yo mismo. Le miré, me vió. Giró la cabeza y prosiguió su camino sin saludar o, al menos, gesticular con la cabeza. A mí me dio lo mismo. Me quedé con el saludo a medio hacer ante su impasividad visual y su, mala educación al no hacer gesto alguno.

A mí me daba igual su saludo, la verdad. Me daba igual porque nada espero de él, aunque tuviera y ostentara un cargo público y es que de él nada confío, ni siquiera la gestión que pudiera tener de sus responsabilidades institucionales. Con su pan se lo coma.

Sin embargo, considero que, solamente por ostentar un cargo público, debería ser más cortés, más agradable, más afable y más correcto con todo el mundo, con quienes él sabe que le votan y con quienes cree que no lo hacen. De todas formas la impresión general de quienes le conocen es bastante pobre y la consideración hacia su persona no superaría el aprobado ni contando con la puntuación muy favorable de su propia familia.

La suerte que tiene tu pueblo y, a lo mejor, el mío es que no va de cabeza de lista porque con su carácter pocos votos obtendría su lista electoral tras la que se esconde para tener y obtener uno o varios cargos públicos a los que se ha aferrado ya hace varios lustros.

Dicen que entre los animales y las personas, ahora también llamada ciudadanía, la principal diferencia es el raciocinio. Bien poco cuesta un saludo, aunque sea por cortesía.

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