Arriba en mi calle se acabó la fiesta
Me cuesta ponerme a escribir unas letras y es que me cabreo conmigo mismo por tomarme tan a pecho muchas de las situaciones de las que pasan a mi alrededor. Me fastidia lo que pasa ahí al lado; me joroba lo que hacen el rubio despeinado y el del tupé a lo visera de gorra; me duele lo que le hacen a los kurdos y me irrita que quienes nos gobiernan, de forma más cercana, no sean más resolutivos. Por eso, a veces, se me acelera no sé que parte de mi cuerpo cuyos biorritmos se alteran a ritmo de cualquier noticia que escuche sobre los mismos temas de siempre y es que todo son cortinas de humo, de unos y otros, que lanzan en beneficio propio y, pocas veces, en beneficio general. Así es que, unos y otros, me tienen cabreado mientras la televisión, a lo largo de la última semana, nos ha obsequiado con lamentables imágenes cuyas intervenciones se han quedado cortas, según ambas partes. Unos querían más caña y los otros se contenían para no dar mucho que hablar a quienes, con posterio...