El momento del tránsito
Llevamos tiempo
esperándolo y, aún en este momento en el que escribo estas palabras, seguimos
esperándolo y, aunque esté mal decirlo, lo estamos deseando a pesar del dolor y
del sentimiento de perder a alguien tan querido y es
que no es deseable para nadie, y menos para nuestros seres queridos, ver como
la vida nos consume lentamente nuestras energías vitales.
A pesar de todo, las
circunstancias son las que son y punto. No hay más remedio que aceptar lo que
la vida nos designa, no sé si con resignación o alegría pero puedo confesar y confieso
que he tenido suerte en tener lo que he tenido y, confío, que lo que tendré
será también positivo y es que el pasado, de cara al futuro, cuenta mucho.
No soy propicio a
hablar de mi vida personal pero hoy quiero romper mi mutismo y mi reservada
vida para agradecer a mis progenitores lo que soy y lo que seré; quiero afirmar
que me considero afortunado de haberles tenido y agradecerles que me tuvieran,
con todo lo que ello comporta a ambos lados de la balanza.
Cuando el último
aliento de su vida conjunta llegue algo de mi se irá con él y seguramente
termine esa fase de protección que siempre tenemos cuando mantenemos en
nuestras vidas a alguien delante y es que a partir de ese momento ya nos
encontramos desprotegidos.
Al llegar ese
momento, sólo tendré que darles las gracias por todo. Por la vida, por los
valores que me han inculcado; por la educación que me han impartido y por la
formación que me han dado para que sea alguien en la vida. Tendré que agradecer
los principios mostrados y esa máxima que aprendí de ellos de que el olvido del
rencor es la mejor manera para ser feliz.
No sé si quedan
horas, minutos o días pero mi deseo sería el de la brevedad para dignificar el
momento del tránsito. Decirle adiós ya se lo hemos dicho toda la familia, sus
hijos, nueras y yerno, sus nietos y su biznieta así como los vecinos, sus
amigas y todas aquellas personas que la han apreciado que sé que son muchos.
No quería escribir
nada porque mi vida es mía y de los míos, pero no me puedo resistir a mostrar
mi agradecimiento a la vida y a quienes me quisieron tener y en ese
agradecimiento figuran dos personajes importantísimos en mi día a día y que no
fueron otros que mis abuelos Josep y Doloretes de Malinxo que fueron capaces de
criar a una hija que, biológicamente, no era suya, que nunca ha llevado sus
apellidos, ni ella ni yo, y que aunque parezca que hayan sido un poco
olvidados, siempre han estado dentro del corazón de todos mis hermanos. Al fin
y al cabo eran nuestros abuelos. Lo otro es biológico.
La espera es larga y
lenta; cansina; pero es lo que hay y así hay que tomarlo y, mientras tanto, por
mi cabeza pasan momentos de mi vida casi olvidados, situaciones nunca contadas
y secretos inconfesables que se archivarán en el baúl de esa memoria que a
veces nos juega malas pasadas.
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